Joaquín era un joven que además de tener una mente clara, tenía una voluntad de hierro y un espíritu de luchador nato. Su vida está llena de anécdotas que recuerdan su personalidad. A los 17 años, empujando una vagoneta en una de las canteras de la familia perdió un pedazo de dedo de la mano izquierda. En lugar de bajar corriendo al pueblo para sanar la herida aguantó hasta terminar su turno de trabajo.